CARTAS A MIS HIJOS (XII)




Cartas a mis hijos
Por Expósito Sailor

expositosailor@megasur.net
Barbate a 10 de abril de 2015
Queridos hijos:

El mundo gira a una velocidad vertiginosa, especialmente para las personas que hemos pasado la mitad de nuestra presumible vida. Y lo cierto es que todos los días te levantas con una sorpresa -desagradable por lo general-. El mes pasado, no recuerdo bien si lo leí o lo escuché por la radio, que un señor, un alto representante de la Semana Santa, creo recordar, advertía a las señoras y especialmente señoritas que acompañan a los pasos vestidas de mantilla la obligatoriedad de guardar un decoro en el vestir, por lo que se les informaba/recomendaba/exigía que las faldas cubrieran las rodillas y los escotes fueran lo justo para poder meter la cabeza. Exactamente hijos míos, a este señor se le da poder y viste a las mujeres con un burka. Obvia este, otra vez señor, no, creo que es excesivo, en fin ya saben ustedes a quien me estoy refiriendo, que prácticamente el aspecto más novedoso cada año por Semana Santa sea precisamente las señoras y señoritas que acompañan al paso vestidas de mantilla, porque la figura del Santo o la Virgen es siempre la misma, los penitentes van todos vestidos iguales y únicamente podemos reconocer a algún pariente por su ligera cojera o por su enorme barrigón. Pero deje usted a las señoritas de mantilla por favor, que no son viudas como piensan algunos turistas.
En fin hijos, que no ha salido uno de un asombro cuando ya tiene otro rozándote la oreja. Resulta que ahora al público le ha dado por abuchear los pasos y de esta forma manifestar su disconformidad. No, no, no abuchean a las autoridades municipales que acompañan el paso, por el incumplimiento del programa electoral, no. Abuchean a los costaleros, justamente porque por lo visto, lleva el paso cambiado o porque han cambiado el recorrido que ya tenía más de tres mil años de antigüedad. Increíble, jamás lo hubiera imaginado. Me está usted diciendo que un sector del público semanasantero espera pacientemente con su cartucho de pipas en la mano, que el santo se ponga a tiro para hacerle un escrachet. Perdona que te diga, pero eso no se lo hubiera imaginado ni George Orwell.
Y por último lo del avión en los Alpes. Resulta que la industria aeronáutica se gasta una pasta en cambiar los sistemas de seguridad de las puertas de acceso a la cabina de los aviones para que los terroristas no puedan entrar y estrellar el avión como lo hicieron en las torres gemelas, por ejemplo, y el copiloto del avión, aprovechando que el capitán sale de la cabina un momento para hacer sus necesidades, cierra la puerta activando todos los sistemas de seguridad antiterrorista y estrella el avión contra una montaña en mitad de los Alpes. La realidad vuelve a superar la ficción. Pero si los pasajeros tenemos que estar un par de horas antes en el aeropuerto soportando una interminable cola, descalzos, sujetándonos los pantalones con una mano mientras que con la otra dejamos nuestros objetos personales en la cinta para poder pasar la puerta de seguridad y no contentos con esas humillaciones te llaman aparte porque han encontrado en tu neceser un cortauñas y ese objeto puede ser susceptible de intimidación o agresión al comandante o al pasaje, es justo que con los pilotos, copilotos, azafatas y azafatos tuvieran también las empresas de aerolíneas un poquito de más control, aunque dentro de las cabezas de las personas es muy difícil entrar.

Besos y llamad a vuestra madre de vez en cuando.



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